Las prisas no son buenas. Slow

seminaristes (1957) RAMON MASSATS.

En los ´70 los psicólogos John M. Darley y C. Daniel Batson llevaron a cabo un controvertido experimento, que trata sobre la Parábola del Buen Samaritano.

El objetivo de este estudio era explorar la influencia que ejercían diversas variables en la conducta de ayuda. Para ello desarrollaron una sofisticada investigación con los alumnos de un Seminario de Teología de Princeton.

En primer lugar partieron a los estudiantes en dos grupos: a la mitad de los seminaristas se les requirió que estudiaran la Parábola del Buen Samaritano para dar un discurso de 10 minutos sobre la parábola, y la otra mitad debía impartir una conferencia de 10 minutos sobre las salidas profesionales del Seminario.

Además dentro de estas 2 condiciones (conferencia sobre la parábola y conferencia sobre salidas profesionales) formaron tres subgrupos (3×2): los que no tenían prisa, los que presentaban una prisa mediana y los que tenían mucha prisa.

Los seminaristas de camino al lugar donde debían impartir sus discursos se encontraban a un individuo tirado en el suelo con todo el aspecto de necesitar auxilio. La conducta de ayuda se medía observando la conducta del sujeto frente al «cebo» (actor tirado en el suelo simulando estar malherido y necesitado de ayuda).

Los resultados de este estudio, expusieron que lo que el sujeto está pensando en el momento de decidir si ayudar o no, no es importante para inferir si la conducta de ayuda se dará o no.

El grupo de seminaristas que debían impartir el discurso sobre la Parábola del buen Samaritano no se detuvieron a ayudar más que los que estaban preparando el discurso sobre las vocaciones y salidas profesionales. Sin embargo, el hecho de tener prisa fue una variable determinante. Los que más ayudaron fueron los que no tenían prisa, seguidos de los que tenían una prisa mediana, y en último lugar los que tenían mucha prisa.

El factor decisivo que marcó la diferencia fue la prisa que tenía cada uno.

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Oxitocina, altruismo, confianza y estafa

M. Kemeny, en la Universidad de California (San Francisco) realizó una investigación con la que concluyó que sufrimos más cuando creemos que se nos ha hecho daño intencionadamente (queriendo) que cuando pensamos que ha sido sin querer (accidentalmente) o cuando el daño procede de una fuente impersonal. Jugando así la confianza un papel clave en nuestras interacciones sociales.

Por otro lado, las estafas suelen trabajar sobre la ambición y sobre la ingenuidad de la gente. La respuesta está en un circuito cerebral llamado THOMAS, que libera una Oxitocina. Esta hormona es liberada cuando alguien deposita su confianza en nosotros, y nos produce deseos de reciprocidad, o sea de confiar en esa misma persona que confió en nosotros.

Además, el Altruismo funciona de forma parecida. Nuestro cerebro hace que nos sintamos bien cuando ayudamos a otros, también fruto de esta Oxitocina.

Paul Zak repartió diez dólares entre 19 personas. Luego los invitó a que compartieran el dinero con una persona anónima. Zak andaba detrás de químicos que estimulan el cerebro y generan emociones y conductas en la gente. Cuando estas personas anónimas recibieron el dinero, Zak triplicó la cantidad y les propuso que compartieran lo que habían ganado con el voluntario que les había enviado la donación original. Pues bien, observó que 54% de los receptores compartió las ganancias con los voluntarios. Posteriormente se analizó sus organismos y se puso de manifiesto que aquellos que habían sido más generosos tenían los niveles más altos de oxitoxina.

El objetivo de la oxitoxina es enviar mensajes a neuronas en una parte del cerebro que se conoce como la amígdala. En este lugar se encuentran las regiones que tienen que ver con las emociones y con el comportamiento social.

La producción de oxitocina inicia un círculo que estimula y genera confianza. Luego, la confianza continúa engendrando más confianza. Un experimento realizado por Fehr de la Universidad de Zurich, demostró que una vez una persona es de fiar, sus altos niveles de oxitocina estimulan su generosidad lo que a su vez genera aún más confianza.

El equipo de Fehr también utilizó el dinero para generar confianza. El investigador tomó a un grupo de voluntarios y los dividió en tres y a cada equipo los enfrentó a una situación distinta. En la primera situación, el grupo de voluntarios recibía de una persona una cantidad de dinero para que lo invirtiera en algo que le ganara más dinero. Pero junto a la cantidad también recibían una advertencia y una amenaza de penalizarlos si perdían el dinero. El otro grupo sólo recibió el dinero sin advertencias ni amenazas, sin embargo, el tercer grupo sabía de antemano que existía un castigo si perdían el dinero pero que era la opción de la persona que lo entregaba amenazarlos con la penalidad. La persona les entregó el dinero sin las amenazas. El análisis de los resultados demostró que este último fue el grupo más generoso y que el primero fueron los que menos devolvieron ganancias.

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En un reciente estudio se explica por que es posible estafar al ser humano, a pesar de ser tan inteligente. Busca este articulo en la red, en el que se ofrece una explicación científica, exponiendo como nuestro cerebro está preparado para ser estafado.

Describe la investigación (muestra, diseño experimental) de M. Kemeny.

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